728 x 90

La crisis de salud mental pega a los más jóvenes en México

<strong>La crisis de salud mental pega a los más jóvenes en México</strong>

Sputnik 04 de abril del 2023.- Con más de una década de violencia del narco y después de una pandemia que cobró su propia cuota en vidas humanas, miles de empleos perdidos y familias trastornadas, además de una situación económica agudizada, México vive una crisis de salud mental alarmante, donde una de las principales víctimas son las niñas, niños y adolescentes.

Cuando en el mundo se hablaba de la urgencia de atender la salud mental, con millones de personas encerradas, muchas de ellas en pánico, en México se cambió el modelo de atención psiquiátrica con una reforma a la ley General de Salud de mayo de 2022.

Entre otras cosas, esta reforma ordena dar atención a personas con padecimientos mentales y de adicciones en establecimientos ambulatorios de atención primaria y ofrecer servicios de psiquiatría en hospitales generales, hospitales regionales de alta especialidad e institutos nacionales de salud.

Asimismo, a fin de eliminar el modelo psiquiátrico de asilar, la reforma al artículo 74 señala que “no se deberán construir más hospitales monoespecializados en psiquiatría; y los actuales hospitales psiquiátricos deberán, progresivamente, convertirse en centros ambulatorios o en hospitales generales dentro de la red integrada de servicios de salud”.

Para expertos como la doctora Alejandra Moreno, psicóloga y criminóloga, la reforma derivó en que pacientes psiquiátricos enfrentaran mayores obstáculos para lograr una atención adecuada. Otras organizaciones cuestionaron que la reforma buscaba ahorros al impedir el internamiento de pacientes en hospitales especializados, lo que obligaba de alguna manera a las familias a atenderlos en sus propias casas.

“Muchas personas quedaron sin atención y otras sin sus medicamentos”, dice en entrevista con Sputnik la doctora Moreno.

Resolver a través de la violencia

Desde el 2022, la mayoría de niñas, niños y adolescentes están volviendo a las aulas, pero maestros, padres de familia, los mismos compañeros de clases apenas están descubriendo el tamaño de la herida en salud mental que profundizó la pandemia, pero que empezaron a fisurar años de violencia desbordada y décadas de exclusión y pobreza.

El domingo 15 de enero, un niño de 10 años perdió en un videojuego en El Tejocote, un caserío del municipio de La Perla, enclavada en la sierra de Zongolica, en los límites de los estados de Veracruz y Puebla, en el centro de México. El niño fue a la casa de su familia, tomó una pistola de su padre que estaba sobre la mesa donde usualmente comían, regresó al local y le dio un tiro en el pecho a otro niño de 11 años que le había ganado. A él se lo llevaron de emergencia al hospital de Río Blanco, pero los médicos no pudieron salvarle la vida.

“Me imagino que este niño tiene que haber visto al papá hacer algo así, por lo menos amenazar a compañeros, no una, sino muchísimas veces”, dice la doctora Moreno. “Él aprendió a que así se resuelven las cosas”.

“La manera de solucionar las cosas es a través de la violencia, porque es a lo que estamos acostumbrados y lo que vemos a diario, lo que nos rodea constantemente, lo ven como la solución más fácil y más sencilla de resolver lo que tienen enfrente”, afirma Ainhoa Montserrat Vásquez, profesora en el Colegio de Letras Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores Mexicanos.

En el corredor de la muerte de EEUU, donde internos pasan sus últimos días antes de ser ejecutados, cuenta la doctora Moreno, se han hecho estudios donde se han identificado al menos cuatro momentos en la vida de los condenados, en los que de alguna manera se pudo haber evitado el crimen o los crímenes que los enviaron al patíbulo… si alguien hubiera intervenido.

Los jóvenes se quedaron solos

El 21 de febrero, unas semanas después de la tragedia del municipio de La Perla, una niña de 14 años fue golpeada en la cabeza con una piedra por una compañera afuera de la secundaria oficial 0518, anexa a la escuela normal en el municipio de San Juan Teotihuacán, en la periferia de Ciudad de México. El 13 de marzo, 20 días después de la agresión, ella murió en brazos de su hermana mayor por los golpes recibidos. La Fiscalía del estado de México abrió una investigación por homicidio. La víctima había sufrido acoso y burlas de sus compañeros en la secundaria, según contó después su familia a medios locales. Había denunciado, había informado a las autoridades de la secundaria, sus compañeros sabían, probablemente también los maestros, pero nadie intervino.

“Los jóvenes se quedaron muy solos”, dice la doctora Moreno, “Y también sin esperanza. Las cifras nos hablan de chavos que no ven salida, piensan que no hay futuro. Cuando hablas con ellos te dicen que no quieren tener hijos, no quieren ahorrar para una casa, no les interesa casarse porque es muy probable que se acabe el mundo, que les maten antes de que lleguen a la edad adulta. Esas son las respuestas que te dan los adolescentes, lo cual es tristísimo”.

Hay otros jóvenes que están incurriendo en conductas también graves y alarmantes. El 21 de marzo, Adolfo Cerqueda, el alcalde del Nezahualcóyotl, el municipio más densamente poblado del país, alertó que en el estado de México se están reportando desapariciones falsas de menores entre 12 y 16 años.

La “broma” tiene lugar en un país con 112.275 personas desaparecidas o no localizadas y en donde el Instituto Nacional de Estadística y Geografía reportó el homicidio de 2.290 jóvenes entre 15 y 19 años de edad en 2021; de 220 entre 10 y 14 años; 89 entre 5 y 9 años; 73 entre 1 y 4 y 61 de menores de un año; es decir, 2.733 menores de 19 años asesinados en un año, un promedio de siete homicidios diarios.

Nadie, ni padres, ni maestros, ni autoridades están acompañando a estos menores, dicen las especialistas. Nadie los está acompañando a digerir toda la información que se genera, toneladas de notas, imágenes, videos, chats, con todas las violencias inimaginables que han tenido lugar en este país de manera frecuente, al menos en la última década.

Violencia, un proyecto de vida

A inicios de este año, un jugador de futbol profesional en México, Julio César Domínguez, del equipo Cruz Azul, organizó una fiesta de cumpleaños a su hijo de 12 años. Los niños portaban armas de juguetes, gorras y playeras con la leyenda “JGL” o “Chapiza” en referencia al narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, quien dirigió por años el cártel de Sinaloa, una de las más poderosas organizaciones de tráfico de drogas en México. Imágenes de la fiesta causaron revuelo e indignación y exhibieron de alguna manera la normalización de la violencia.

“Hemos abandonado por completo a las infancias, hemos dejado que estén expuestos completamente a todo; no solo a internet y otras plataformas, prenden la TV o van a cualquier kiosco y ven las portadas de los diarios, y si no hay una conversación con él, por su puesto lo van a tomar con una normalización y van a sentir que es supernormal que si algo no me gusta mato a un compañero”, apunta la doctora Vásquez.

En México, la mitad de las niñas, niños y adolescentes se encontraba en situación de pobreza en 2020; con un 58% sin acceso a la seguridad social, 27% sin acceso a los servicios de salud y 26,3% sin acceso a la alimentación nutritiva y de calidad, según un informe del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social (Coneval) del 15 de febrero pasado.

“Para aquellos grupos en pobreza que ven que la escuela ya no es opción, el trabajo no es opción y que la familia tiene rupturas, para este tipo de poblaciones el narco puede presentarse como un proyecto de vida, no es una profesión ni una carrera, es un proyecto de vida, pero también de muerte, porque se muere de manera diferente dentro del mundo del narco, generalmente es un asesinato”, afirma la doctora América Becerra, especialista en narcotráfico de Universidad de Nayarit.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked with *